"Las madres obtenemos un
inmenso y profundo placer al amamantar, un placer que se vuelve necesario
y adictivo, un placer que se busca, que se espera, que se siente en
cuerpo
y alma.
Las
hormonas que se despiertan durante la lactancia son las mismas que se
despiertan en la relación sexual: la oxitocina es la hormona del orgasmo y
la responsable de la "bajada de la
leche",
es decir, de la eyección de la leche a los conductos mamarios. Junto a la
dopamina, la serotonina y la prolactina que refuerza los sentimientos de
apego y necesidad del otro (en este caso la cría, el bebé), estas hormonas
satisfacen a la mujer que se repliega en esa relación por un necesario
período de tiempo y que muchas veces compite con la vinculación que la
mujer tiene con su pareja, con su trabajo, con su profesión, con todo el
"afuera" de esa unidad fusional que es la "madrebebé".
La
lactancia en muchos casos completa la libido femenina y puede resultar
alarmante y desestabilizadora para las estructuras preexistentes.
Los
olores y las sensaciones táctiles producidas en contacto con la piel del
bebé, producen la liberación de más y más oxitocina al torrente sanguíneo,
oxitocina que se viene recibiendo desde las primeras contracciones del
trabajo de parto.
Una vez
que la madre se pone en contacto con su bebé recién nacido, lo huele, lo
abraza, lo acaricia, la cascada de oxitocina hará desencadenar
la bajada
de la leche,
y esta madre podrá reconocer este olor entre varios recién
nacidos, así como también su llanto.
Como
todo en la naturaleza, esta particular relación que se refuerza día a día
tiene como propósito la supervivencia de ese bebé: la madre sin estas
señales y recursos que le da la biología
no
podría o no querría tomar para sí la desgastante tarea de cuidar y criar a
un ser tan dependiente, tarea que le consume una increíble cantidad de
energía, que la desgasta, que
le impide
el sueño, que le hacer pasar, a veces hambre, para atender a ese ser antes
que a ella misma…
La
oxitocina, refuerza los circuitos cerebrales de producción de dopamina, la
hormona del placer y la recompensa, por lo que estar con el bebé se vuelve
una necesidad emocional
y no un
deber.
Según
la Dra. Louann Brizendine, los padres también se ven afectados por cambios
hormonales y de respuesta cerebral: durante los embarazos de sus
compañeras elevan los niveles de prolactina en un 20% (hormona de la cría
y la lactancia), producen más cortisol (aumenta el alerta y la
sensibilidad) y disminuye el nivel de testosterona que hace que se
puedan vincular mejor con sus bebés, disminuyendo el impulso sexual
y la agresividad.
Por
tanto, tenemos a una madre apegada a su bebé y un padre que estará más que
alerta y dispuesto a fortalecer este nuevo lazo afectivo, que cuidará y
protegerá,
permitiendo a esa madre
la nutrición y los cuidados del pequeño e indefenso bebé.
Todo
exquisitamente balanceado por la naturaleza que proveyó los recursos
necesarios para mantenernos vivos y pujantes.
Los
bebés recién nacidos, poseen también una serie de recursos para establecer
el contacto con esa parte del cuerpo de su madre (la teta), que
representará todo aquello que satisfaga sus necesidades más primarias y
más viscerales: el bebé recién nacido, es capaz de reptar por el vientre
de su madre a pocos minutos de su nacimiento, ayudado por su cuerpo
viscoso que se desliza en contacto con el cuerpo materno, que lo cobija
a 37º (la temperatura ideal para entrar a la vida), la fuerza de
sus piernas y sus pies que apoyan y avanzan, junto al contacto
de manos, brazos, pecho, cabeza, boca… esa boca que busca
con determinación el pezón, intensificando los sentidos, el olor,
el tacto, el sabor…
El bebé
humano, puede, tiene la capacidad de buscar la teta, recién nacido, por sí
mismo. Igual que un cachorro, como un mamífero más (que es lo que es).
Esta
búsqueda del bebé hacia la teta de su madre, refuerza la producción de
oxitocina y se constituye en una de las bases del vínculo entre la madre y
su hijo.
Verdaderamente
no necesitamos comprar nada más.
Dar la
teta, es la continuación de aquello que comenzamos con el embarazo.
Como
todo en la vida, depende de nuestra voluntad y de nuestra decisión de
aceptar o no la situación que se viene dada.
Así
como aceptamos la tarea de llevar adelante la gestación, decidimos cómo
queremos parir, también decidimos si queremos teta o si queremos mamadera.
Pero
decidimos nosotras
Sin
influencias externas
Con
información basada en la evidencia científica, en los casos que se merezca
tal evidencia, y con la información que nuestras tripas nos envían día a
día, en la totalidad de los
casos.
Tal vez
sea ésta la verdadera inquietud para las mujeres: ver hacia adentro,
preguntarse y encontrar la respuesta sin vendas en los ojos."
De Mujeres y de Partos, en
la búsqueda del trono perdido
Lorena Ribot